Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100214
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 20 de diciembre de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués del Pazo de la Merced.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 11, 126-127.
Tema: Política del Gobierno.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Por deferencia al Sr. Elduayen, más que por necesidades del debate, voy a decir algunas palabras en respuesta a la rectificación que ha hecho a mi discurso de ayer.

Yo no sé por qué el Sr. Elduayen se mete a examinar la vida interior de nuestro partido, sin considerar la vida interior del suyo, porque lo que es en la oposición todos estamos muy bien, y yo no hago más que refrescar la memoria del Sr. Elduayen para que recuerde si dentro del partido liberal ha habido la más pequeña disidencia ni la más ligera incomodidad cuando estaba en la oposición, como ahora están sus señorías; pero se llega al poder, que muchas veces no puede satisfacer todas las aspiraciones ni dar gusto a todos los deseos, y entonces resulta alguna que otra discrepancia. Que las hay en el partido liberal, no tengo por qué ocultarlo; a la vista la tenéis, porque aquí se han manifestado. Pero ¿no recuerda el señor Elduayen cosa parecida en el partido conservador cuando estaba en el poder? Porque a esos centinelas a que S.S. ha aludido diciendo que prestan el servicio con tanta exactitud y con tan rigurosa disciplina, les he visto yo sublevarse contra su jefe. ¿No lo recuerda el Sr. Elduayen? (Grandes risas). No hay más sino que aquel jefe castigó bien al centinela indisciplinado, y yo no he creído necesario ese rigor; hagan lo que quieran los que se insubordinan, yo les dejo; que les haga buen provecho; tanto peor para ellos, que en el pecado llevan la penitencia. Por consiguiente, no vengamos aquí, Sr. Elduayen, a ver la paja en el ojo ajeno y a no ver la viga de lagar en el propio, porque en todas partes cuecen habas. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Y en la de S.S. a calderadas. ?Risas).

Por lo demás, no quiero tratar otra cuestión de la que S.S. se ha ocupado. Sólo le diré que hice lo que creí que debía hacer y lo que no tenía más remedio que hacer, como Presidente del Consejo que venía a reemplazar al Sr. Cánovas; es más, el haber hecho lo contrario lo considero caso de responsabilidad. Y aunque con esto basta, todavía puedo añadir que yo no tenía necesidad de saber la providencia que había recaído en aquella cuestión de competencia, porque resuelta antes de mi llegada al poder, la Gaceta la publicó cuando le llegó el turno, como sucede hoy, que se están publicando competencias resueltas hace mucho tiempo, y por tanto no tuve que intervenir para nada, ni siquiera en la publicación en la Gaceta de semejante competencia; pero aunque hubiera tenido que intervenir, ¿qué remedio tenía, más que haberla mandado publicar, si ya estaba resuelta por S. M. la Reina y refrendada por el Gobierno responsable?

Pero, en fin, no hablemos más de esto, porque como en ello llevo una gran ventaja sobre S.S., no quiero luchar de un modo tan poco airoso para mí.

Y vamos a lo de que el partido liberal no puede gobernar, y a lo de que ayer no hice declaraciones explícitas.

Yo creí que había estado muy explícito, y me pareció que lo había creído así S.S. mismo y sus amigos, porque así lo demostró S.S. en la primera parte de su rectificación, en la cual se ha mostrado satisfecho y contento de mis declaraciones. Pero luego la segunda parte pugna con la primera; porque ya que S.S. [126] me había dicho muchas cosas agradables, era necesario que me dijese algo desagradable, para que no se pueda considerar a S.S. cómplice de mis intenciones, y vayamos a inspirar desconfianza, S.S. a sus amigos, y yo a los míos. (Risas). No; estuve explícito, y dije lo que he dicho siempre, lo que constituye realmente mi política.

Por lo demás, no extrañe S.S. que las disposiciones de gobierno, todo lo que sea gobernar, las leyes que hagan los Cuerpos Colegisladores, las disposiciones ministeriales, y en una palabra, todo lo que contribuye a la marcha ordenada y arreglada de un país, resulte hoy, sin que nadie lo pueda remediar, inspirado en el espíritu democrático de los tiempos. No hay otro remedio; en todas partes sucede lo mismo; en los países más de antiguo organizados, y que parece que tienen la corteza o la apariencia más aristocrática, se va siguiendo el impulso de la democracia, y sólo de esa manera, sólo con esa condición pueden conservar sus antiguas tradiciones, sus instituciones históricas y sus antiguos medios de gobierno. Y no digo nada de lo que sucede en otros países que hace tiempo vienen sometidos a este influjo; porque, ya lo ve S.S., en Italia, en Bélgica y en todas partes, las leyes y todos los actos del Gobierno han de estar inspirados por el espíritu democrático de la época. No queda más remedio.

Lo que hay que hacer es combinar bien las cosas, de modo que la democracia no constituya una debilidad para las antiguas instituciones, sino que por el contrario, se convierta en su apoyo y venga a darles el calor y la juventud que necesitan; y esto es lo que procuran el Gobierno y el partido liberal. ¿Es que no acierta? El tiempo lo dirá. Yo creo que ya lo viene diciendo, pero aún lo expresará mejor. ¿Es que acierta? Yo creo que sí; pero en fin, al tiempo pongo por testigo.

De todas maneras, resulta por la experiencia, que no estorba lo uno a lo otro; que puede un Gobierno ser muy liberal y muy dueño de la autoridad; que puede un Gobierno ser muy liberal y aplicar las leyes con todo rigor; y yo debo añadir más: que cuanto más liberal sea un Gobierno, más rigor debe tener en la aplicación de la ley, y eso han de procurar conseguir el partido y el Gobierno liberal. A mí me parece que nada tienen que ver, por consiguiente, los acontecimientos del día 11 con la manera de gobernar del partido liberal, ni con que éste se deje influir más o menos por los principios democráticos, porque esos acontecimientos, o iguales, o semejantes, han ocurrido con Gobiernos que para su desgracia no se dejaron inspirar por el espíritu democrático de estos tiempos.

En todas las épocas, en todas las dominaciones, bajo todos los Gobierno y en todos los países, han tenido lugar y se han realizado hechos semejantes a los del día 11, pero con peores consecuencias y más graves resultados. De manera que si prueba algo esto de los principios democráticos, prueba que son beneficiosos para aminorar y remediar estos acontecimientos.

Aparte de todo esto, si el Sr. Elduayen echa de menos alguna declaración que el partido liberal deba hacer en bien de las instituciones permanentes del país, dígalo S.S., para que vea que yo no estoy tan atado de un lado y de otro que no pueda moverme en este punto con entera y absoluta libertad, con la misma absoluta libertad con que pueda moverse el jefe del partido conservador. Por consiguiente, no repare el Sr. Elduayen en decir si echa de menos algo de lo que pueda referirse a aquellas instituciones del país, alguna declaración que crea que no puedo hacer, para que vea que la hago en absoluto lo mismo que la puede hacer el partido más conservador, que no tiene nada que ver lo uno con lo otro. (Muy bien).

Y dichas estas palabras, como no quiero debatir con el Sr. Elduayen, y como además deseo ver el fin de este ya enojoso debate, concluyo suplicando al señor Elduayen que crea que no estoy solicitando por una y por otra manera, como se figura o lo aparenta; que no me encuentro entre esas dos corrientes opuestas, sino que, por el contrario, marcho en la dirección de una corriente muy tranquila y muy segura, y que hasta ahora no ha tenido fuerza bastante, ni la tendrá jamás, para llevarme a donde yo no quiero ir, porque el honor me lo impide y porque otras consideraciones se oponen a que vaya. (Muy bien; muy bien, en la minoría conservadora. ?Aplausos en la mayoría). [127]



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